domingo, 15 de noviembre de 2009

Saltar por la ventana.

fuente imagenHablando una vez sobre el sentido de la vida con una de las mejores amigas que tengo, que por desgracia son pocas aunque buenas, me contó una historia sobre un terapeuta. Recuerdo pocos detalles sobre la historia. He olvidado si el terapeuta era israelí o llevaba barba o tenía un micro pene, pero recuerdo que estaba sentado en un sofá blanco y que la miga del tema radicaba en lo siguiente.

El hombre se sentaba con aquel que pensaba que su vida era un pozo de miseria sin sentido y le preguntaba si quería saltar por la ventana. En pocas palabras: le preguntaba qué era lo que le impedía saltar por la ventana en aquellos mismos instantes.

Todos hemos visto la muerte muchas veces. La vemos todos los días en el telediario mientras comemos. Vemos tripas aquí y allá. Incluso, de vez en cuando, alguien que se quema a lo bonzo frente a nuestros ojos. Poco nos preguntamos al respecto, más allá de por qué nos pasan semejantes imágenes mientras estamos terminando el solomillo.

A veces alguien próximo a nosotros muere. Ahora están de moda los tanatorios. Entras y hay un cartel luminoso en el que pone en qué sala se despide a qué persona. Es casi como cuando entras en un aeropuerto y te pone, en fríos números rojos pixelados, que ese vuelo que estás esperando se ha retrasado hora y media. Pero en aquellos casos sabes que el vuelo viene puntual, que no hay manera de escapar de la realidad, que hay algo cierto. Y eso es la muerte.

Y cuando ves la muerte tan de cerca, en un panel luminoso de letras rojas que te dice que hoy toca la sala 9, pocas excusas te quedan. Vas hacia allá, callado, taciturno, sabiendo que un día tu nombre estará quizá en ese mismo panel luminoso y que, puede que para entonces, venderán patatas fritas y coca colas en un rincón de la misma sala.

Y estás allí y te ponen de pie. Y entonces puedes ver el ataud por encima de los hombros y cabezas. La muerte. Ahí está. Un día será tu día. Hay que joderse.

Y de repente ves con claridad. Es como si una figura negruzca de aliento mortecino susurrara en tu cogote "¿Y qué hay de ti?". Te encoges de hombros y haces una pequeña lista de las cosas que realmente te importan en todo esto. Tus padres, tus hermanos, tus amigos, sus pequeños sueños, tus pequeños sueños... Es en esos momentos cuando, al menos por instante, tienes las cosas claras. Es un instante veloz, un fogonazo apenas, y aunque el efecto no tardará en desaparecer, una parte de ti sabe que ya nada será como antes.

Las cosas han cambiado.

¿Qué impide que saltes por la ventana ahora mismo?

Poca gente se ha enfrentado alguna vez a algo así. Y de aquellos que lo han hecho, pocos lo confesarán.

Hace falta mucho valor para hacer algo así.

Muchos de nosotros conocemos el valor de las películas de guerra. Pocos sabemos exactamente en qué consiste el valor. Después de todo, no es más que una palabra.

Otros lo viven día a día.

Estando en su casa, me contó el día en que estuvo en punto de tirarse por la ventana.

Imagina que estás con alguien y te está contando con detalle el día en que estuvo a punto de saltar por la ventana. Estás sentado en el sofá mirando con los ojos como platos. No importa lo que hagas, no importa cuánto lo intentes, no importa lo que seas capaz de sentir. No importa qué clase de alas tenga tu imaginación. Jamás llegarás a estar en sus zapatos. Jamás llegarás a estar en su piel. Jamás llegarás a sentir el escalofrío en la carne, la tensión en los músculos. El impulso, la inevitabilidad. La certeza.

Te pones de pie y le das un abrazo. Poco más eres capaz de hacer. Tratas de dar calor, tratas de dar compresión. Tratas de dar todas esas cosas que no sabes ni qué forma tienen. Rebuscas torpemente en tu interior tratando de sacar rescoldos de humanidad. Te preguntas si estás teniendo éxito y al final deja de importarte. Te alegras de que no lo hiciera y de que ahora mismo puedas estar allí, abrazándola, sintiendo su calor. Te gustaría ser capaz de dar algo más, de decir esas palabras que puedan cambiarlo todo.

Pero no puedes, y eso te quema por dentro. Te sientes lejos, y eso te quema más todavía.

Jamás llegarás a saber lo que significa estar junto a una ventana y sentir esa sensación. Jamás llegarás a saber lo que es encontrarte junto al vacío y darte cuenta de que la mayor parte de tu ser te está gritando que te arrojes. Jamás sabrás, por mucho que lo intentes, lo que eso significa. Lo puedes intentar, pero nunca sabrás de qué se trata.

Jamás sabrás lo que se siente.

Mirar hacia abajo. Observar el suelo a cuatro o cinco pisos de altura. Mirar y saber que, después de todo, quizá no mueras y te quedes peor de lo que estás, por difícil que sea de concebir. Que quizá no se trata del final sino del principio de algo todavía peor.

Es un grito del alma. Un grito de alguien que necesita algo. Un algo que pide una respuesta. Un alguien que se da cuenta de que necesita algo.

¿Y de qué se trata?

Tendrás que estar ahí para saber de qué se trata.

Y después, cuando te sientes de nuevo en una silla, cuando vuelvas a mirar tu reflejo en el cristal, te preguntarás qué estabas haciendo. ¿Cómo has podido ser tan estúpido?

Alguien necesitando algo. Alguien necesitando a alguien. Un grito ahogado.

¿Cómo se puede ser tan estúpido?

Podemos darle muchas vueltas. Podemos ponerlo como queramos.

Aunque a veces se nos olvide, tan sólo somos seres humanos.

Comentario de Emilia Alarcón al texto:

Yo he leído que este psiquiatra, que por cierto era judío austríaco y sobrevivió a varios campos de concentración nazis durante la II guerra mundial, les preguntaba directamente a sus pacientes:

-Y usted, ¿por qué no se suicida?

Y cuando oía la respuesta ("por mis hijos", "por mi pareja", "porque aún tengo una ilusión que es..."), les decía:

-Muy bien, pues dedique todo su esfuerzo, todo su interés, toda su pasión a eso que le hace querer seguir viviendo.(Y parece que funcionaba.)

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, a mi me pasó esta idea, en la ventana de una novena planta.

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  2. Bon dia, Buenos días,

    El contenido de este blog es falso. Les indico los links a las sentencias firmes que condenan penal y civilmente a la autora de este blog.

    http://nimphenomenon.net/mayka/1._Penal_frustracio_pagament.pdf

    http://nimphenomenon.net/mayka/2._Civil_prestec.pdf

    http://nimphenomenon.net/mayka/3._Civil_habitatge.pdf

    http://nimphenomenon.net/mayka/4._Fuga_premeditada_per_40.pdf

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